Comentario
Cuando Piranesi y Winckelmann consolidan sus propuestas, durante los años centrales del siglo XVIII, no sólo se trata de ideas e imágenes que alimentarán buena parte del arte posterior y, sobre todo, serán usadas con el fin de establecer criterios para su recepción pública y estética, sino que sus planteamientos adquieren un mayor sentido si son entendidos históricamente y no exclusivamente en función de su fortuna posterior, como, sin embargo, ha insistido en explicarlos la historiografía. Y es que mientras Winckelmann reprochaba a los "profesores de arte" que había encontrado en Roma que no supieran qué "es pensar", recomendando a los pintores que empapasen sus pinceles en la mente, y Piranesi volcaba la arquitectura en su imagen y escribía discursos figurativos, sus contemporáneos podían ser rigoristas o clasicistas, académicos o ingenieros, rococós, palladianos o barrocos, eruditos o anticuarios. Incluso los vitruvianos mantenían, y fueron muchos durante la segunda mitad del siglo XVIII y después, argumentos normativos y reglas canónicas como fundamento tanto del lenguaje arquitectónico, como de la misma concepción del proyecto y de la propia figura del arquitecto.